25/7/11

RR 2 · Ejemplos claros


Hemos visto palabras que sólo tienen sonido erre, para poder apreciar, sin interferencias, los matices citados. Pero vayamos directamente al grano. Y más directos no podemos apuntar. Veamos cómo define el DRAE la entrada ‘Erre’:
Erre. 1. f. Nombre de la letra r en su sonido fuerte; v. gr.: Ramo, Enrique.
erre, o erre, erre: Asiduamente, con tenacidad.
erre que erre: Porfiadamente, tercamente.
estar erre, o hacer erres, o tropezar uno en las erres: Estar bebido. Dícese aludiendo a la dificultad con que los borrachos pronuncian esta letra.
Las expresiones populares que aparecen en la definición son las que nos importan ahora, y son claras, nítidas: la erre hace referencia a la tenacidad, a la porfía, a la terquedad. “Erre que erre” es especialmente significativa. Por cierto, ¿por qué los borrachos tienen dificultad para pronunciar la erre? El estado de relajación que produce el alcohol se lleva mal con cualquier actitud realista. Por eso los borrachos tropiezan en las erres. Lo mismo sucede en estados de somnolencia y de enfermedad.

Hay unas once mil palabras en español con R inicial fuerte o con RR, y sería, por tanto, absurdo intentar mostrar para cada una de ellas la pertinencia de la hipótesis presentada aquí, o incluso, tomar una muestra, que siempre puede rechazarse por arbitraria, y con razón.
No obstante, sí quiero pasar a analizar algunas que me parecen importantes.

Hierro. Es el paradigma de la dureza en sentido metafórico. Por su rigidez, por su rigor.
“Comprende, mientras viajan, que el hierro es más pariente de la muerte que la madera”
F. Umbral. “La leyenda del César visionario” 
“Quizás Mola (...) había querido ser el cirujano de hierro preconizado por Costa y Ganivet.”
 Idem 
“Tenían los músculos de hierro, de bronce las entrañas y de fuego la sensualidad.”
Manuel Mujica Láinez. “El escarabajo”
Tierra. La tierra es dos cosas al mismo tiempo: ese conglomerado de minerales dentro de cuyo seno se coloca la semilla para que fertilice, y el nombre del planeta en que habitamos. Para nuestro idioma, es una realidad básica, primaria. Es el paradigma del realismo. La tierra hay que trabajarla con el sudor de la frente, según la maldición bíblica, para poder subsistir. La Tierra es nuestro valle de lágrimas, sinónimo de la Vida para las concepciones religiosas más trágicas, de gran raigambre castellana, por cierto. Lo ‘terrenal’ es lo opuesto a lo espiritual. El ‘terruño’ (y aquí podemos aportar lo que ya sabemos de la EÑE) es justamente nuestra realidad más íntima, nuestra última o primera referencia emocional. La eñe suaviza o, mejor dicho, aporta una emotividad casi plañidera al vigor de la erre.
También, a nivel más abstracto, es la representación de uno de los cuatro, o de los cinco elementos (con el éter) de que, según las cosmologías más clásicas, está conformado el mundo. Es el primero de ellos, el menos aéreo de todos, el más inmediato, el estado sólido primigenio. La tierra es también la que ha de descomponer nuestro cuerpo tras la muerte. La erre fuerte expresa todo ese rigor en nuestro mundo imaginario.
Cerrar. Es clara la violencia latente que hay en la palabra, a pesar de que no está  implícita en el concepto en sí. Cerrar, como idea, no tiene por qué poseer connotaciones de tensión, como no las tienen ‘tapar’, ‘ocluir’, ‘sellar’ o ‘interceptar’. En inglés, por ejemplo, en close, no están presentes. Se debería poder cerrar algo de manera relajada, sin miedo, sin rabia o sin culpa, pero esa erre central lo impide. Corominas dice que proviene de latín sera: cerrojo, cerradura. Y esto explica muchas cosas. Los cerrojos están para salvaguardarnos del miedo, cualquiera que sea la forma en que lo imaginemos.
Carro. Es evidente la expresión de esfuerzo que contiene en su seno esta palabra. Casi plásticamente. Produce, por afinidad con barro y con cargar, una imagen de avance lento y pesado. Hay decenas de carruajes, por supuesto, mucho más ligeros: como la berlina, o el cabriolet, que nos llevan a otras sensaciones más dinámicas. El Carro es uno de los arcanos mayores del Tarot y representa el poder necesario para dominar al animal de tiro simbolizado en “un anfisbena de dos cabezas, símbolo de los poderes antagónicos que hay que sojuzgar para poder avanzar.[1]
Correr. En este concepto, que podría indicar simplemente movimiento, acción física, desplazamiento, o incluso dinamicidad, la urgencia más o menos cargada de tensión (según la intensidad con que la pronunciemos) la pone la erre. En modo imperativo se ve muy bien: Con ‘¡Corre!’ ya funciona la presión, la petición de urgencia. Pero si decimos ‘¡Corrrrre!’, estamos exigiendo una inmediatez absoluta, sin dilación. El DRAE, no obstante, nos muestra ni más ni menos que 45 acepciones o usos diferentes, con lo que podemos apreciar la importancia de este término.
Hay también multitud de derivados, según Corominas, de esta palabra. Por supuesto ‘corriente’. Pero también ‘corrida’ (de toros, y seguramente la otra, aunque no se sabe por qué extraños vericuetos [2]), ‘curso’ y ‘cursar’, (el CO o CON de compañeros hace sociable y amable su ejecución), ‘recurrir’, ‘discurrir’ (y por lo tanto discurso), ‘ocurrir’ (‘salir al paso’), ‘recorrer’, ‘socorrer’ (y de ella ‘sucursal’), ‘transcurrir’...
Y, evidentemente, nuestra popular y expresiva ‘currar’: trabajar, esforzarse. Aunque éstas dos últimas tienen una r (‘trabajar’, ‘esforzarse’), currar tiene dos. Y, tal vez no sea muy elegante lo expresivo del término, pero es realmente popular y muy muy usado. Posiblemente porque currar es lo que hacen los currantes, y trabajar es lo que hacen los que viven su actividad cotidiana remunerada (el “acarreo de homogeneidades”, que decía un amigo) con menos sufrimiento. Estamos en el meollo de la fuerza sensorial del sonido erre.
Rayo
Guerra
Ocurrir
Rueda
Red
Reloj
Río
Rey
Roble
Roca
Rosa
Ruinas
Rabia
Arrebatar. Quitar o llevar tras sí con violencia o fuerza. 3. fig. Sacar de sí, conmover poderosamente excitando alguna pasión o afecto. 6. Engurecerse, dejarse llevar de alguna pasión, y especialmente de la ira. ‘Rebato’. Del ár. ribat, ataque repentino.

¿Y qué podemos decir de ‘bicharraco’, ‘tiparraco’ o ‘pajarraco’?
En español disponemos de muchísimos matices para la expresión, mediante sufijos, del menosprecio, del desdén, de la irrisión o del puro vilipendio. Por ejemplo, el sufijo -ejo -eja (tipejo, animalejo), el sufijo -ucho -ucha (aguilucho, cafetucho), el sufijo -alla (antigualla, morralla), el sufijo -ete -eta (bajete, camiseta), el sufijo -astro -astra (camastro, comicastro), el sufijo -uco -uca (frailuco, feúco)... Decenas de ellos (bicharraco, callejuela, carnaza, hembrajo, machote...) que, a modo de “sambenitos” que se cuelgan al final de la palabra, consiguen teñirla de diferentes coloraciones despectivas según los sonidos que se agreguen. En fin, toda una rica panoplia de matices valorativos que seguramente ningún otro idioma posee.


Pues bien, el sufijo -raco -raca, que es el que ahora nos interesa, al añadir una erre fuerte y esa K tan dura, es de los más intensos, de los más insultantes. Hay algo de rabia y de fuerza en el añadido, que puede indicar por un lado desprecio con muchas dosis de agresividad, pero por otro puede salir a relucir también el miedo del que lo pronuncia.





[1] (J. E. Cirlot, “Diccionario de símbolos”)
[2] Ahora estoy contemplando la posibilidad de que tenga que ver con la segunda acepción que da el DRAE en corrido-da: avergonzado, confundido, y que era antiguamente la de uso más corriente. La Iglesia (¡cómo no!) también podría tener que ver con esta forma de autopercepción del orgasmo tan poco celebrada.

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